(EL) ESTADO DE LAS COSAS*

Naturalizar equivale siempre, o por lo menos poco falta, a neutralizar. Jacques Derrida, Dónde comienza y cómo acaba un cuerpo docente

Tristeza: esa es la palabra que acude una y otra vez cuando pienso, cuando trato de entender la situación “actual” de la Universidad del Tolima**. Tristeza por los proyectos de vida que trabajadores, profesores y estudiantes decidimos tener en esta universidad; una universidad que al menos en los últimos años (ya no), se nos mostró como una alternativa en la cual podíamos estar para construirlos.

(Tristeza) en algún momento tomamos la decisión de construir un proyecto de vida, del cual se espera (¿un proyecto de vida da espera?) que atraviese todo un conjunto de estructuras: vitales (esas que hablan de mantenerse en un mundo supliendo las llamadas necesidades básicas); sociales (esas que nos permiten el desarrollo de nuestro ser en el mundo); intelectuales (esas que hacen que los pensamientos se confundan y crezcan junto del con-junto de personas que confluyen en una institución y que nos permiten hacer el mundo, hacer mundo). Es en esa decisión que trabajadores, profesores y estudiantes hemos confiado para estar “aquí”, en este preciso momento, “ahora”, en esta Universidad que parece no poder más consigo misma.

(Tristeza) esa confianza que hemos depositado en nuestro fuero más interno a este proyecto de vida, nos ha sido robada, traicionada: hemos sido engañados. Y este engaño no puede dejar de pensarse por fuera de la permanencia en el tiempo que cada uno de nosotros ha tenido con su proyecto. Es un engaño que se siente para los que aún no han acabado de llegar y para los que (aún) ya han estado.

(Tristeza) ¿Qué es lo que discutimos? ¿Qué es lo que debemos debatir? Hablemos de lo importante: el engaño. Nuestra confianza ha sido horadada en lo más profundo y no podemos olvidar, dejar pasar, hacer como si no estuviéramos aquí, voltear el rostro y jugar a que estamos trabajando, insistiendo en un modelo que trata de caer. Debemos exigir que las cosas que han sido (mal) hechas, que nos han puesto por fuera del juego, no se queden en el estado de la ficción.

Tristeza que por lo (mal) hecho se diluyan los proyectos en los que hemos confiado.

(Tristeza) no podemos dar espera a la exigencia. Debemos exigir que el modelo que ya fue puesto en juego sea revisado. Debemos evitar que lo (mal) hecho no vuelva a ocurrir con la terca recurrencia de la costumbre. Lo debemos ante esa idea de universidad en la que confiamos, por la que decidimos estar y por la cual estamos, aquí y ahora. Debemos estar comprometidos a defender, a no dejar pasar, respetando los compromisos éticos que sufragamos cuando decidimos ser parte de una universidad. Exijamos que los modelos sean modelados por nosotros, por cada uno de nosotros que hace universidad.

(Tristeza) dejemos de naturalizar todo lo (mal) hecho, lo mal hecho que hacen otros, esos otros que somos nosotros. Nos-otros mismos hemos permitido lo (mal) hecho, porque no quisimos estar para tomar decisiones, porque dejamos que todo lo (mal) hecho pasara por delante. Olvidamos que nosotros (nosotros que somos los otros) construimos universidad.

(Tristeza) ¿Qué quedará cuando ya todo se haya desvanecido, cuando haya que iniciar desde las ruinas? Quedará, quizás, una nueva rutina, de la cual y con la cual tendremos que volver a comenzar, evaluando (¿llorando?) el costo que nos ha dejado este laberinto de (auto) destrucción en el que nos encontramos.

(Tristeza (¿impotencia?)) no saber qué hacer cuando el deseo, esa moneda con la cual negociamos nuestro estar en el mundo, se usa para disolver la poca paciencia que nos queda: todo se tramita en recursos vagos de querer tomar lo que ya hemos perdido. Ahora nos une la (falta de) remuneración, sin la cual nos sumimos en la des-esperanza y por la cual no dejamos de pensar en qué vamos a hacer. Podríamos mientras tanto, mientras esperamos a que la ficción se restituya, considerar la máxima de Hamlet: ser o no ser, que para el caso que nos ocupa sería: renunciar o no renunciar, esa es la cuestión.

(Tristeza (¿des-esperanza?) sí, lo único que debemos hacer es seguir insistiendo tercamente (algún día quizás nos escuchen) en que cualquier funcionario que hace pública su función, de esos que juegan con las necesidades de todos, que están aquí y allá, no sigan como si nada, haciendo de la tristeza nuestro mayor capital, nuestra mayor miseria.

(Tristeza) y la que pierde, siempre, es la apuesta por la educación, por la dignidad[1], por lo político.

Coda

Cuando todo estaba consumado y la “crisis” de la Universidad del Tolima ya no permitía ser ocultada, leí una columna de Ricardo Silva Romero publicada en periódico El Tiempo el día 26 de noviembre de 2015, que refleja el estado de las cosas con las cuales nos enfrentamos en estas empresas (sí, las universidades ya son empresas) públicas a “tempo todo”. La columna se llama Chequera (Leer en http://goo.gl/pFVMBB). Y este estado de las cosas lo pude corroborar –como la costumbre que nos hace colombianos- en su columna del día 26 de enero de 2016 Puesta en escena (Avenida Pepe Sierra, Bogotá) (Leer en http://goo.gl/jqSkQz) publicada en la edición internacional del periódico español El País. Ya ni la indignación nos alcanza para darle esperanza a la ética.

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* Publicado en el boletín informativo de la Asociación Sindical de Profesores Universitarios ASPU Seccional Tolima “ASPU PRESENTE No. 5“. Año 3 Volumen 5. ISSN: 2422-2720.

** Los profesores de la Universidad del Tolima se encontraron en Asamblea Permanente desde el 18 de enero de 2016.

[1] El día que finalizaban las vacaciones colectivas de fin de año, a eso de las 9.30 p.m. recibimos en nuestros correos institucionales un “Comunicado” por parte de la “Administración” de la Universidad, en donde se intenta explicar la “situación que atraviesa la universidad pública del departamento”. En ese “Comunicado” a la vez que se informa que: “se espera que a más tardar en el mes de marzo la universidad se ponga al día con los compromisos de nómina y demás”, hace un “llamado respetuoso a la unión y al trabajo en equipo, porque tenemos claro que estamos pasando por una etapa difícil, la cual demanda nuestros mejores esfuerzos y trabajar de manera articulada en la búsqueda del bien institucional. Entre todos seguiremos brindando educación superior de calidad en la universidad regional con proyección nacional que el Tolima y Colombia merecen”. Si eso no es una ataque profundo a la dignidad, no sé qué otra cosa puede ser.

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Acerca de Oscarabajo

Oscar Ayala inicia su trabajo en las artes en la Dirección Cultural Artística de Santander – DICAS. En 1998 se traslada a la ciudad de Bogotá D.C. para continuar sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título de grado de Maestro en Artes Plásticas con la obra Transurbano. Para el año 2007 realiza un viaje a la ciudad de Curitiba, PR, Brasil que le permite proponer un proyecto para la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título con la tesis Alguien / Algún Lugar. Reflexiona sobre la relación entre técnica y arte; y sobre la experiencia de lugar en las ciudades contemporáneas mediante la experimentación con múltiples medios, que van desde el dibujo a la instalación. Realiza trabajos pictóricos / visuales con énfasis en el (medio) ambiente, paisaje y problemas urbanos, representación y percepción. Desde el año 2012 se vincula como profesor asociado del Departamento de Artes y Humanidades de la Facultad de Ciencias Humanas y Artes de la Universidad del Tolima. Vive y trabaja en Ibagué, Tolima, Colombia.