Ambientes distópicos: Libertad

El domingo de esta semana, 25 de abril, Portugal conmemoró 47 años de caída de la dictadura del Estado Nuevo con el Día de la Libertad. Cada año en este día, se habla, se dice, se recuerda la libertad como estandarte de las sociedades democráticas, como la posibilidad de poder comentar, contradecir acciones, oponer decisiones, entre dichos y contradichos de los gobiernos, sin pasar y sentir la censura o la persecución oprobiosa que encarcela a quienes proponen alternativas diferentes a las deficientes y erradas percepciones de los que intentan “salvar” países de “debacles” autoinfringidos.

Pero, la libertad es un valor muy escaso y frágil. También, es casi siempre incomprendida.

En momentos donde la opinión pública está saturada por excesos ostensivos de manifestaciones “virales” con alto grado de ecos sociales vacuos, es cuando podemos sentir que la libertad está apabullada por ataques que buscan instaurar movimientos que van, precisamente, en contra de lo que su voz invoca.

Se ha intentado por todos esos alienados medios de comunicación masiva, propagar, posicionar, influir, en ese alucinatorio “estado de opinión”, las más diversas ideas para restringir las garantías que las comunidades habían tenido y que entregan, con la mayor libertad y sin mayores cuestionamientos, en nombre de un “bien” mayor que casi siempre no es muy claro. Así fue, por ejemplo, lo que sucedió en los Estados Unidos después del 11 de septiembre: a nombre de la “seguridad nacional” se restringieron aun más las libertades civiles de los estadounidenses. Estas acciones – que han pervivido en toda la historia– se han replicado con éxito en todo el planeta, y no han podido ser contenidas por las apuestas de conceptualización de estas situaciones complejas y acríticas que se “filtran” a cada momento.

Acontece entonces que, nuevamente, se influye en nuestras emociones para transformar nuestra concepción de libertad: ahora pensamos ser libres al dejar hablar a todos, al no dejar hablar a todos, al dejar a todos y a ninguno en un estado acrítico de indefensión, como si la libertad fuera una palabra inflada aconceptualmente y no una acción inmanente y conjunta. La libertad se comprende como “cancelar”, apartar, constreñir, cuando no me gusta lo que dicen y hacen los otros que no son como nosotros, porque somos nosotros los que sí sabemos lo que está bien, los que sabemos qué es ser libres, los que sabemos qué es ser libertario.

Y así vamos por el mundo, interpelando, depredando, esclavizando. Lo hacemos a nombre de la libertad que tenemos, del supuesto poder que la libertad nos otorga, de los límites que la libertad nos impone. Lo hacemos para olvidar que mi libertad termina donde comienza la libertad del otro, la libertad de los otros. Lo hacemos así para seguir pensando que la libertad me permite hacer lo que quiera, cuando quiera, sin importar otra cosa más que mi volición, ya que “usted no sabe quién soy yo”. En otras palabras, ahora sólo sabemos de libertinaje puro y duro.

La libertad es un valor muy escaso y frágil. Debemos comprender sus alcances.  

Y, con la suma democrática de alertas virales que golpean la libertad, no puedo dejar de pensar, como lo escribía aquí la semana pasada, que la única certeza que tenemos es que ningún país está exento de perder su estabilidad y sus exiguas comodidades: siempre podemos estar peor de lo que estamos ahora.

Que no se nos olvide, no vaya a ser que perdamos la libertad de saberlo.

*Publicado originalmente En Uso de Nuestra Facultades el 29 ABR 2021

Esta entrada fue publicada en Ambientes Distópicos el por .

Acerca de Oscarabajo

Oscar Ayala inicia su trabajo en las artes en la Dirección Cultural Artística de Santander – DICAS. En 1998 se traslada a la ciudad de Bogotá D.C. para continuar sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título de grado de Maestro en Artes Plásticas con la obra Transurbano. Para el año 2007 realiza un viaje a la ciudad de Curitiba, PR, Brasil que le permite proponer un proyecto para la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título con la tesis Alguien / Algún Lugar. Reflexiona sobre la relación entre técnica y arte; y sobre la experiencia de lugar en las ciudades contemporáneas mediante la experimentación con múltiples medios, que van desde el dibujo a la instalación. Realiza trabajos pictóricos / visuales con énfasis en el (medio) ambiente, paisaje y problemas urbanos, representación y percepción. Desde el año 2012 se vincula como profesor asociado del Departamento de Artes y Humanidades de la Facultad de Ciencias Humanas y Artes de la Universidad del Tolima. Vive y trabaja en Ibagué, Tolima, Colombia.