Ambientes distópicos: Atisbos

En los últimos días nos hemos estado asomando por las ventanas análogas y virtuales, de vez en cuando, para cerciorarnos –no vaya a ser que sea verdad- que el apocalipsis zombi no haya llegado. Las predicciones, a las que hemos asistido recurrentemente desde hace unas décadas por cuanta película y serie de televisión, puedan que sean ciertas. Este confinamiento podría ser una excusa perfecta para que los reales “muertos vivientes” asomen y sigan, no más, controvirtiendo lo poco de realidad que nos queda.

Después de los terremotos – como el que sucedió en Croacia recientemente-, los muertos vivientes son una de las más grandes preocupaciones que tenemos. Especulamos cómo es que va a suceder eso del fin de los tiempos y cómo es que esta vanagloriada especie animal va a perecer por su egoísmo y altanería. Atisbamos cataclismos y revelaciones en cada acción que se intuye velada, oscura, manipulada. Hemos ido sumando ideas e ideas, maniáticamente, a este proceder, que ya todo lo que nos rodea es producto de una gran conspiración global para reducir lo conocido y lo desconocido y llevarlo a su desaparición. Es tal nuestra obsesión, que mucho de lo que hacemos y pensamos, está siendo demarcado por este particular atisbo de paranoia de destrucción, muy popular en las ficciones de los pueblos al norte de este continente

Explotamos en partículas de realidad cuando luchamos ferozmente por atajar el siguiente paso de la agenda evolutiva (¿ecosistémica-evolutiva?): se reclama continuar con una educación rígida enmarcada en el uso y en el abuso de la linealidad de pensamiento; se insiste en depender económicamente de fuentes no renovables; se estimula el diálogo unidireccional de privilegios con los obnubilados económicos. Eso de estar aislado, no lo es para evitar el contagio, lo es para desconocer que lo real está con nosotros y para ver como sobreviven muchos entuertos.

Nuestras esperanzas se han ido en la resurrección de ideas que se pensaban superadas. Dos décadas de un nuevo siglo y vemos con escozor los embates con los que se aglutina una nueva derecha que reclama circuitos cerrados a sus flujos de naciones xenófobas, dónde los Otros son repelidos y más, exterminados. Se cierra aún más el cerco ya creado a la superación social y se margina, con sorna y saña, a los siempre excluidos: vamos limitando nuestras interacciones para vivir solos.

Agotando las relaciones que establecemos con los otros, damos giros en secreto y sin notarlo, estamos en un real aislamiento: ¡Estamos solos! La soledad, como los ambientes, no la vemos, pero sentimos sus accionar sobre nosotros. Por eso, la angustia que expelemos en llamadas, trinos, columnas, artículos, fotografías, chats y cuanta publicación se nos atraviese, es el reflejo de nuestra sociedad saciada de soledad. Son atisbos de la época.

La recomendación no puede otra: asómese cada vez que pueda a la ventana, miré con atención qué es lo que pasa, pues como lo hace Fontcuberta al mirar por los espejos para cerciorarse que no habla con un vampiro, es bueno ser precavidos y ver si los zombis que pululan ya llegaron a nuestra casa. No estamos solos. Recuérdenlo.

*Publicado originalmente en http://lapipa.co/ el 02 ABR 2020

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Acerca de Oscarabajo

Oscar Ayala inicia su trabajo en las artes en la Dirección Cultural Artística de Santander – DICAS. En 1998 se traslada a la ciudad de Bogotá D.C. para continuar sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título de grado de Maestro en Artes Plásticas con la obra Transurbano. Para el año 2007 realiza un viaje a la ciudad de Curitiba, PR, Brasil que le permite proponer un proyecto para la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título con la tesis Alguien / Algún Lugar. Reflexiona sobre la relación entre técnica y arte; y sobre la experiencia de lugar en las ciudades contemporáneas mediante la experimentación con múltiples medios, que van desde el dibujo a la instalación. Realiza trabajos pictóricos / visuales con énfasis en el (medio) ambiente, paisaje y problemas urbanos, representación y percepción. Desde el año 2012 se vincula como profesor asociado del Departamento de Artes y Humanidades de la Facultad de Ciencias Humanas y Artes de la Universidad del Tolima. Vive y trabaja en Ibagué, Tolima, Colombia.