USTED ESTÁ BAJO ARRESTO

Este escrito será construido como una reflexión a partir de la conferencia titulada El derecho como conjuro, que la abogada Julieta Lemeitre dictó en el Seminario Especial de la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia, cuyo tema de trabajo para el segundo semestre de 2009 fue El fantasma: imagen, duelo y memoria.

No hay razones claras que me lleven a pensar y a realizar un texto sobre este tema, siendo yo totalmente lego en el derecho. Pero la escasa relación que tengo con el ámbito de las leyes y las normas, la obtuve del trabajo de mi padre, quién estuvo vinculado toda su vida laboral a la Rama Judicial, siendo su última ocupación la de Auxiliar Judicial. Y es en esta escasa relación, que lo propuesto por Julieta Lemeitre en su conferencia, me invocó a reflexionar un poco más sobre las normas, lo normal, mi normalidad.

Me gustaría iniciar esta reflexión con una historia que data del tiempo en que mi padre laboraba como Auxiliar Judicial. Entre unos de los extensos procesos que se debían revisar, generalmente procesos de segunda instancia, hubo uno que vinculaba a una persona que fue detenida por rebelión. La detención, el arresto, se produce en un parque mientras esta persona se encontraba sentada descansando. Unas de las razones que aduce el proceso para hacer la imputación del delito, es el haber encontrado cerca del detenido, revistas alusivas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – FARC. No recuerdo datos más precisos acerca de las circunstancias de este arresto, pero recuerdo mucho la presentación que mi padre hizo del mismo y de la argumentación, que se centraba en la culpabilidad del detenido por el hecho irrefutable que haber sido encontrado cerca a las revistas. En su momento, mi pensamiento fue contrario a esta argumentación, pues pensaba que el hecho de encontrar la revista cerca del detenido, no era una evidencia válida para sustentar un caso, pues las revistas podrían haber sido abandonadas por otra persona en otro momento, y el detenido no haber sido consciente de ello.

Cuando conocí esta historia, la idea que se fue formando, nacida de las circunstancias de ese arresto, fue lo fácil que puede ser que cualquier persona sea involucrada en un acto delictivo, sólo por encontrarse en el lugar y momento equivocados. Y esta idea que me ha acompañado desde ese momento, me ha hecho cauto y reservado, especialmente con figuras normativas, con la policía.(1)

Las apariencias engañan
La norma, lo normativo, lo normal, se relaciona con algún tipo de verdad, de lo verdadero, de lo real. Las evidencias que se obtienen en un proceso jurídico, están en el sentido de lo que es considerado normal. (Pero puede no serlo). En la historia que introduje anteriormente, el valor de la evidencia se da por una condición de proximidad. Si llegado el caso, no hubiera tal condición, no se podría haber hecho una tipificación de delito. Para las personas que llevaban este caso, esta condición de proximidad, es lo que determina inflexiblemente la culpabilidad del detenido. Se convierte en la verdad que sustentará todo el caso. Pero esta verdad, como si fuera normal, puede ser controvertida por otro sentido de lo verdadero, y en últimas, por el mismo lenguaje.

En la gran cantidad de ejemplos, que sobre la justicia oral tenemos de las series televisivas estadounidenses, se puede ver como la oratoria es la que termina organizado o poniendo la balanza a favor o en contra del acusado. El lenguaje, las palabras, se comportan como si fueran una prueba, una evidencia.

Con las palabras se puede construir una sensación, una idea, un ámbito. El lenguaje da un sentido de normalidad a nuestras relaciones interpersonales. (Cuando decimos la palabra gato, hacemos la petición a nuestro interlocutor que represente al animal gato como nosotros lo representamos. Hacemos la petición a lo que normalmente se conoce – animal – y se representa con la palabra gato, para que nos ayude a organizar nuestra conversación sin que se llegue a un malentendido. Por que bien puede ser, que nuestro interlocutor represente al animal gato como el animal ornitorrinco cuando oiga la palabra gato).

Este sentido de la normalidad, de lo normal, que buscamos en el lenguaje, nos puede ayudar a pensar, a encontrar y verificar un estado de lo posible. Con los nuevos sistemas de comunicación social, por ejemplo, las redes sociales que pululan por internet (Myspace, Orkut, Hi5, Facebook(2), Twitter), se está proponiendo formas nuevas de relaciones entre personas. Se construyen ideas de lo que se puede hacer y de lo que no se puede hacer, de lo que puede llegar a ser la norma, lo normal. (Es normal estar en una red social, pues, mis amigos están en ella. Es normal tener un teléfono móvil, pues, es la única forma para comunicarse). La posibilidad de las redes sociales virtuales está en tener e interactuar con los amigos de una forma que puede ser la de la presencia sin rostro, del como si yo estuviera allí contigo. Esta presencia sin rostro de las redes sociales se está transformando en el sentido de normalidad de nuestras relaciones interpersonales. Es como un nuevo lenguaje, una nueva forma de representación.
Con esto pienso que, como en la historia inicial, cuando se está en condiciones de proximidad, cuando todo se propone cercano a mí, a mis intereses, como el estar o no expuesto a una red social, se puede tomar como evidencia de una normalidad en las relaciones personales. Pero como lo mencioné, puede ser que haya otro sentido de normalidad, que bien puede ser el no estar en una red social virtual, o no tener teléfono móvil. (Aún se puede escribir una carta. Todavía se puede llamar al teléfono fijo y dejar un mensaje en la máquina contestadora).

No sabe, no responde
En este momento tengo que hacer una salvedad: probablemente algunos de mis razonamientos pueden caer en prejuicios cognitivos, predisposiciones a tomar ciertas argumentaciones como ciertas, como verdaderas. Tengo presente que muchas de las situaciones a las que me enfrenté, o me he enfrentado desde la niñez, me han enseñado tipos de comportamiento que me han permitido dilucidar elementos de repetición en y frente a ciertas circunstancias. Por ejemplo, si vemos la reiteración que tengo en escuchar alguno tipo de música, puede resultar en el hecho que digan que a mí me gusta la música rock. Nuestros comportamientos delimitan una forma de pensar y de actuar. En el mundo de la información, de las redes sociales, como una nueva forma de representación, está pasando que, por analogía, por condiciones de proximidad, también se está definiendo la forma de ser de una persona. Ahora un sentido de normalidad, es que los empleadores antes de contratar a un aspirante, acudan a los perfiles de las redes sociales para ver cualidades, intereses, de la persona que se quiere contratar(3).

Detenidos
De alguna forma todos estamos bajo arresto. El sentido de normalidad que invocamos, el que nos permite establecer relaciones económicas, sociales, familiares, sentimentales, se encuentra cada día redefiniéndose y volcándose en opciones que antes no estaban previstas. Las normas, aquellas a las que se les pide que mantengan un orden, un orden sobre un caos, son producidas por humanos y para humanos, y por lo tanto su nivel de comprensión, de modulación, se conforma y reconforma en el momento de una argumentación, de una exposición.

Estamos bajo arresto, detenidos por una libertad de acción, de pensamiento, de libre conformación de la personalidad. Detenidos por un discurso que posibilita un intercambio entre personas, discurso que puede ser modulado arbitrariamente. El que ostenta el poder, cualquiera que sea éste, dará nuevos significados al lenguaje. El que ostenta el poder promueve una agenda. La agenda del terrorismo, por ejemplo, permitió a los Estados Unidos promover la invasión a Irak. Una agenda es la puesta en juego de una forma de pensar del deber ser de las relaciones entre las personas en un país, en un territorio, en una cultura. La propensión a la toma de acciones y decisiones que ya no son las de nosotros.

El sentido de normalidad que debemos invocar, debe ser uno en donde la norma, lo normal, sea el disenso. Disenso como acto revelador, que brinda gotas de verdad, de realidad sobre algo que está pasando, que pasa o pasará. Disenso como indicador del cómo se normaliza una forma de proceder, de pensar, de ver el mundo mudo.

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Antes de terminar, me gustaría referirme un poco al arte. Y lo hago tomando las palabras de Ricardo Arcos-Palma en su ponencia Jacques Rancière: Estética, ética y política que presentó en el II Congreso Colombiano de Filosofía, realizado en Cartagena en el año de 2008. Va a ser una cita extensa, pero es importante que sea así. La cita inicia con las siguientes palabras de Rancière,

“‘Una vez más, no hay arte sin una forma específica de visibilidad y de discursividad que le identifique como tal. No hay arte sin un cierto repartimiento de lo sensible que lo vincula a una cierta forma de política. La estética es tal compartir. La tensión de dos políticas amenaza el régimen estético del arte. Pero es también lo que le hace funcionar. Apartar estas lógicas opuestas y el punto extremo donde una y otra se suprimen no nos conducen de ninguna manera a declarar el fin de la estética, como otras declaran el fin de la política, de la historia o de las utopías. Pero esto puede ayudarnos a comprender, las coacciones paradójicas que pesan sobre el proyecto aparentemente bastante simple de un arte “crítico”, poniendo en la forma de la obra la explicación de la dominación o la confrontación de lo que el mundo es con lo que podría ser.(4)’
Sin duda aquí el filósofo se refiere a ese mundo que se puede construir, como una posibilidad, donde la transformación y el cambio serían los elementos que impulsarían un arte crítico a venir. No que el arte crítico genere tal cambio y transformación sino que él hace parte de tales condiciones históricas. En estos términos, el fin de la política, de la historia y de la estética que se anuncia desde hace varias décadas, no es sino el resultado de un pensamiento uniformizante y conservador que tiende a diluir toda posibilidad de cambio y transformación”(5) .

Puedo arriesgar mucho diciendo que, el pensamiento uniformizante y conservador que tiende a diluir las posibilidades de cambio y transformación, como lo menciona Arcos-Palma, no sólo se circunscribe al arte, a la historia, a la política y a la estética. También puede ser encontrado en nuestros actos cotidianos y nuestras relaciones con otros seres humanos. Siempre habrá una policía(6) controlando todos nuestros movimientos, acciones y pensamientos. Y la policía puede ser cualquiera, una para cada movimiento, para cada acción, para cada pensamiento.

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Las historias son muchas. Muchas personas han sido puestas bajo arresto por los indicios vagos y evidencias dudosas, por crímenes que no cometieron, por delaciones voraces y sin sustento, por una agenda.

Sólo nos queda buscar el disenso, un nuevo lenguaje. Detenidos, bajo arresto buscando el disenso que nos permita hallar una nueva normalidad(7).

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Citas
(1) En Estados Unidos se usa la Advertencia Miranda, cuando una persona es puesta bajo arresto. Un parte de la advertencia reza: Tiene el derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usado en su contra en un tribunal de justicia…
(2) Puede ser sintomático, pero en las últimas reuniones con mis amigos, el tema de conversación ha rondado sobre el estar o no en Facebook.
(3) Y no solamente los empleadores. Los investigadores judiciales buscan también condiciones de proximidad en todo a lo que se haya hecho click para sustentar un caso (proceso Nicolás Castro); o en archivos informáticos, en publicaciones, (proceso Miguel Ángel Beltrán).
(4) Rancière, Jacques. Malaise dans l’esthétique. Paris : Galilée, 2004, Pág 63. – Citado por Ricardo Arcos-Palma.
(5) ARCOS-PALMA, Ricardo. Jacques Rancière: Estética, ética y política. Ponencia presentada en II Congreso Colombiano de Filosofía. Cartagena, 2008. Consultada en http://www.docentes.unal.edu.co/rjarcosp/docs/EST%3FTICA_Y_POL%3FTICA_EN_LA_FILOSOF%3FA_DE_JACQUES_RANCI%3FRE.pdf el día 09/12/2009.
(6)En el sentido del término como lo trabaja Jacques Racière en el libro Sobre políticas estéticas.
(7) La verdad no existe, solo existe el lenguaje.