Podrían ustedes ver en ellos, si gustan, los restos de una correspondencia recientemente destruida. Por fuego o por lo que en una figura hace las veces de él: es más seguro para no dejar nada fuera del alcance de la que me place llamar lengua de fuego, ni siquiera la ceniza si es que hay ceniza. Jacques Derrida. La tarjeta postal, de Sócrates a Freud y más allá
Leo esto, lo transcribo y pienso en las palabras, en las cartas, textos y grabados que también he pasado por una “lengua de fuego”. De hecho ayer, mientras revisaba una parte de un proyecto de escritura (revisaba una carta escrita en forma de carta electrónica), al releer, lo único que pude “salvar”, fueron los apartes en los que la vinculación se diluye y las palabras se vuelven comunes y regulares. Lo otro, lo censurado, lo censurable, fue a parar a esa “lengua de fuego”. Puesto que, el destino, si eso “realmente” existe, de algunas palabras, es siempre y será desaparecer de lo que se ha dicho.