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Escribiendo estoy escribiendo escribiendo estoy escribiendo

¿Cual es mi forma de escribir? Buena pregunta. Si hay que hacer un esbozo, tendré que concentrarme al máximo para poder recopilar con juicio todas esas cosas que hago cuando estoy escribiendo. Primero es, que aunque creo que he escrito durante casi toda mi existencia, siempre esta escritura ha estado vinculada a mi desempeño académico. Sin él, no habría letra alguna por mí producida. Repetir la a, la b, la c. Después, mamá, papá. Más adelante, mi mamá me mima o mi papá fuma pipa (la pipa de papá). Creo que he escrito más y más cuando compré mi primer aparato de escribir, o computador. Antes de ello, creo que había que escribir como escribiente: A mano. Y a mano presenté un sin número de trabajos para alguna de las clases de colegio. (De esa época no recuerdo muy bien como era que escribía. Mi memoria se disipa desde hace unos años para acá).

Divagar es una palabra que pueda definir mi procedimiento de escribir. Con una intención presente, solo dejo que palabras y palabras empiecen a aparecer bajo el teclear de mis manos. El Bicho, mi computador, me ha ayudado mucho en este trabajo de poner palabras unas después de otras, pues se me hace mas fácil esta operación, que la que antes ejercía en mis trabajos escolares. Con el Bicho, casi nunca he retomado la escritura manual. Teclear, tipear ha sido unos de mis retos desde que una vez me sentí apartado de un computador por no tener velocidad. Desde ese día me he propuesto utilizar todos mis deditos cuando estoy tecleando. Como no tuve clases de mecanografía en el colegio (por eso de estudiar en colegio de niños y con énfasis en lo industrial), me ha tocado aprender de a pocos y empíricamente a escribir con teclado. La ventaja, es que al ser artista burócrata, puedo entrenar todos los días cuando redacto el sin fin de comunicaciones y mensajes electrónicos que mi oficina produce.

Para escribir: El Bicho sobre el escritorio, me dedico a narrar, en primera persona, todo lo que ha pasado y habrá de pasar. No reparo mucho en las palabras, o en la construcción de las frases (lo cual es una mentirilla) para poder hacer solo el ejercicio de escribir. La idea principal es contar lo que ha pasado o lo que se me ha puesto a comentar, tal cual como lo estoy pensando. He hecho mucho este ejercicio. Durante mi paseo por fuera de Colombia hice este ejercicio, y surgieron textos tales como:

“Se disparó la producción escrita. No tener más que escribir pero los dedos quieren esforzarse al máximo para escribir y escribir sobre las cosas que pasan, que van a pasar o que pasaron. Aprender el idioma, es como pensar que uno ya se encuentra perdido hablando otro, y siempre cuando se habla a uno mismo, se habla en esa lengua. Pensar en la nueva lengua es la solución, pero ya estoy entendiendo un poco mas lo que me dicen, de casualidad, en la calle o donde voy a comprar algo (Prefiero hacer las compras en donde no me toque decir nada. Pensaba que es divertido no hablar, solo escuchar. De a poco se puede ir aprendiendo a hablar de nuevo. Balbucear. Aprende. Mi idioma es el español. El suyo es…”, o “Estuve buscando en www.curitiba.pr.gov.br los itinerarios de los buses, pero no estaba funcionando bien la página, así que no pude encontrar el mapa de indicación y el lugar para donde yo quería ir. Había intentado una vez, y esa vez sí encontré. Las rutas que pasan cerca de la casa son: Centenario – Campo Comprido; JD – Explanada; Mad – Campo Comprido. La Centenario – Campo Comprido y la Mad – Campo Comprido me dejan en la Terminal de Campinas do Siqueira. La otra ruta, pasa en frente de la casa”. Quizás, “Pascua: Dicho y hecho. Me hicieron conejo y el conejo no llegó. Bueno, si llegó, pero no me trajo chocolate. Me trajo uvas pasas y castañas. Todo en una bolsita amarrada con un cordel. Me gustó el presente del conejo, pero la verdad, yo sí estaba esperando un huevo de chocolate. Que más se puede hacer. Esperar a otra pascua a ver si el bendito conejo si aparece. Só isso.”1

Releyendo estos pequeños textos, que he tomado al azar, solo me hace recordar una particular forma de pensar y de presentar lo que pienso. Este pensar se modificó cuando hice el ejercicio mas juicioso de escritura que hasta el momento haya hecho: Transurbano. Transurbano fue la memoria escrita del proyecto plástico que lleva el mismo nombre. En ese momento, al reconocerme incapaz de articular dos palabras sensatas en escritura académica convencional, decidí realizar el ejercicio de escritura, tomando como punto de partida el procedimiento de Ignácio de Loyola Brandão en su libro Cero. Con pequeños párrafos fui articulando todo lo que pude hallar del proceso que hice para configurar ese proyecto. Desde ese momento, lo único que he hecho es recoger y revalidar todo ese ejercicio y tratar de sistematizarlo. Y siempre pienso que todo lo que yo hago al escribir es dejarme perder en un mundo de no pensamiento: quizá escritura automática. Me gusta organizar las ideas cuando escribo en pequeños trozos o párrafos. Es una forma que me ha sido útil, pues no tengo el aliento para las grandes maratones: Siempre he sigo bueno en los piques y en los cien metros. Copio también los recursos de escritura que leo por ahí de algunos escritores preferidos. Junto a Brandão, está Alberto Fuguet y Andres Caicedo. La verdad es que cuando leo a algún escritor que me gusta, me entran los deseos de escribir y escribir siguiendo lo leído.

Para terminar solo falta revisar lo escrito. Revisar hasta quedar satisfecho o hasta no querer pensar más por premura o por absoluto cansancio. También esperar y tratar de sofisticar la incipiente forma de narrar que he estado, de a pocos, construyendo.

En eso voy… empezando con frases, terminando con frases. Abstracto, sin definición y con pocos mecanismos para entrar en comunicación. Una idea de comunicación ordenada de producir textos. ¿Cómo hacer cuando tenga que escribir en serio? Creo que como ahora: Vivir con la angustia de no poder hacerlo.

ESTOY RECORDANDO COMO HACER… ARROZ

He estado pensando por un tiempo sobre alguna clase de instrucción para poder transcribir. Pero… no logro hallar alguna que recuerde con suficiente holgura para transcribirla. Y lo peor, es que tengo la sospecha que durante toda mi vida me han dado un sin fin de instrucciones. ¿Pero cual recordar? ¿Como caminar, como nadar, como encender un computador? Para no alargar mas el cuento y reconociéndome poco experto en las artes culinarias, trataré de transcribir las instrucciones dadas por mi madre, vía telefónica, para la preparación de arroz, el que llaman seco.

Y dice: Para empezar habrá que poner en un recipiente una mezcla de cebolla picada, sal y aceite o mantequilla. Para calcular la proporción de arroz, se recomienda hacer la medida en un pocillo tintero. Para unas 4 porciones, aproximadamente, con un pocillo será suficiente. Hay que lavar el arroz y ponerlo en el recipiente en donde se está sofriendo la cebolla, la sal y el aceite o la mantequilla. Después de unos minutos, hay que agregar agua a la mezcla anterior. El agua se puede calcular manteniendo una proporción de, algo así, por un pocillo de arroz dos y medio de agua. (La medición del agua se debe hacer con un pocillo de tamaño intermedio entre un mug y un tintero). En este momento, hay que esperar hasta el agua hierva. Cuando esto suceda, hay que poner el fogón en bajo (mejor si es superbajísimo, sin dejar que se apagué el fogón), y esperar hasta que el agua se evapore. Importante, no dejar quemar el arroz. (Esté pendiente de cuando se vaya el agua). Cuando el agua se evapore, el arroz estará listo para comer. Eso si no ha quedado duro. Si es así, no sé como remediar esa situación. Bueno, quizás sí: Comprándose una olla arrocera.

¿Y yo que dijo ahora?

¡Nunca mas! Eso es lo que dice el cuervo, y una y otra vez en el poema de Edgar Allan Poe, hasta llevar a un punto de locura al narrador de la historia.

Recordé este poema cuando leía el cuento de Herman Melville, Bartleby. La terca insistencia en repetir un acto, una palabra, que deja fuera de control y dominio a las personas con las que se interactua, no deja de llamar mi atención. Y creo que he intentado hacerlo, en algunas veces, con algunos de mis amigos. Y lo curioso, es que generalmente, en algunos minutos ya están a punto de golpearme.

Del cuento de Melville, me gusto la prosa, la descripción de los personajes, sus emociones, el análisis de sus sentimientos y las especulaciones del narrador sobre los acontecimientos que lo rodean. Esto también lo recuerdo de los escritos de Edgar Allan Poe, en los que se logra crear una ambiente particular que encierra toda la dimensión de la historia. (El pozo y el péndulo me dejo impactado. Ni que decir del Corazón delator, que ha tenido un homenaje en Los Simpsons, como también lo tuvo el poema del Cuervo).

Con Bartleby, realmente no se que pensar. No puedo determinar cual puede ser su condición y su preocupación para preferir no hacer nada: Nunca mas; hasta llegar a la inacción. Pero puede ser una buena decisión, que tal vez nosotros algún día podemos, considerar. (Yo no lo haría). Eso si, falta tener la voluntad de Bartleby y la memoria de Funes. (Para no perder de vista que lo que uno ha hecho, o lo que va a hacer).

Del cuento, ahora, rescato que me ha puesto de vuelta la memoria. La memoria de las lecturas. Mientras escribo, mientras me detengo a pensar, vago por todas las novelas que recuerdo haber leído y recuerdo haber sentido. (Voy por Rayuela y mi sutil recuerdo de la Maga).

No puede identificar, ahora, lo que me atrae del cuento de Melville. En algún momento pienso que tengo una posible solución, pero esta se escabulle por todo un conjunto de posibilidades y posibilidades. No logro condesar un algo que me permita decir… algo. Una solución seria pensar que tengo un pensamiento abstracto, que no permite tomar distancia que lo pasa, y solo me deja imágenes globales de todo lo que he leído, y peor, una confusa sensación que he conocido todo. Razón por la cual, me he quedado sin palabras. No tengo puntos de apoyo que ayuden a pronunciarme al respecto. También puede ser que mi capacidad de lectura haya caído a los puntos mas bajo de medición, y no pueda retener una estructura posible de lo que he leído.

Para evitarme mas complicaciones, prefiero dejar de escribir, por este momento, y extender una invitación para que alguna alma bondadosa, que como yo, haya leído el cuento en cuestión, me ayude a construir un argumento para desarrollar. Por cierto: en principio, el cuento puede ser bueno.

… también recuerdo a Just de Radiohead