Paisajes, no más que paisajes

“¡¿Le lavo el carro, Mono?!”. Así solía despedirse Julio después que me dio por comprarme un aparato de esos. También, solía decirme “Llegó el jesucristo santandereano” (tenía el cabello largo y una barba algo descuidada), cuando nos encontrábamos en las terrazas de artes para orientar algunas de las clases que hacíamos juntos o cuando pasaba a saludarlo y charlar sobre pintura -la pasión que nos unió-, sobre los vericuetos de la enseñanza del arte, sobre el Programa, sobre la vida. Siempre alegre, siempre vital.

Conocí a Cuitiva Riveros cuando comencé a hacer clases de Pintura en la Universidad del Tolima. Atento a lo que sucedía en el Programa, no tardó en buscar referencias por ese profesor que se acercaba a enseñar uno de los medios en los que su imaginación se henchía de luz y color. Supo los interrogantes con los que interpelaba a los estudiantes, y con esas ideas, se fueron dando las conversaciones de colegas, de pintores, que se organizaron y consolidaron en un curso de pintura, Pintura 4, que orientamos juntos por casi 7 años.

El diálogo fue ganando en profundidad con cada semestre que poníamos a prueba nuestra pasión pictórica. La pintura nos llevó a proponer y articular estrategias que se complementaron en la potencia de los trabajos finales, que semestre a semestre, presentaban los estudiantes que se acercaban a conocer más, eso que se hacía con pinceles, pigmentos y soportes.

Y fue, en ese primer semestre en que iniciamos ese curso, que se selló nuestra complicidad.

Después sólo fue los ires y venires, miradas atentas, palabras certeras, análisis transformadores, el grupo de estudio -esa Pintura Sin Título-. La pintura nos recordó que nunca se debe decir nunca, que el arte nunca muere, y que sólo con su fuerza, se puede seguir diciendo, haciendo, conectando, esos mundos ocultos que están dentro de cada uno y que buscan un camino para su representación y exposición.

Para Julio, la fuerza del arte fue la pintura. Con ella pudo seguir en el ejercicio docente, aún cuando una parte de su cuerpo (¡ay!, los humores) quisiera hacerlo desistir: era absolutamente poderoso encontrarlo en el aula, verlo llevar pasión en cada una de sus palabras, en cada uno de sus gestos, en cada una de sus indicaciones. Cada clase de Julio, con Julio, era un aprendizaje siempre alegre, siempre vital. Así fue y así siempre será. Una vitalidad como la que Julio me enseñó nunca fenecerá y estará contenida -lo está, lo sé- en cada una de sus pinturas. Es sólo verlas para estar, para conocer, para saberse vital.

Ahora, quedan muchas cosas por hacer. Faltó terminar esa idea de hacer una gran pintura juntos. Faltó conversar sobre lo que iba a aprender en estos estudios que ahora estoy haciendo. Faltó visitar juntos -sólo para hablar de pintura, sólo para ver la fuerza del arte- el Thyssen-Bornemisza. Faltó preparar un nuevo semestre del curso de Pintura 4.

Con los amigos, como con el arte, siempre vamos a estar en deuda. Este es, en mi caso, el deber de la pintura. Pintar para vivir, para pensar, pintar para contener, para explotar la vitalidad de la vida.

Lo otro, son sólo paisajes, no más que paisajes. Y eso Julio, siempre lo supo.

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Acerca de Oscarabajo

Oscar Ayala inicia su trabajo en las artes en la Dirección Cultural Artística de Santander – DICAS. En 1998 se traslada a la ciudad de Bogotá D.C. para continuar sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título de grado de Maestro en Artes Plásticas con la obra Transurbano. Para el año 2007 realiza un viaje a la ciudad de Curitiba, PR, Brasil que le permite proponer un proyecto para la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título con la tesis Alguien / Algún Lugar. Reflexiona sobre la relación entre técnica y arte; y sobre la experiencia de lugar en las ciudades contemporáneas mediante la experimentación con múltiples medios, que van desde el dibujo a la instalación. Realiza trabajos pictóricos / visuales con énfasis en el (medio) ambiente, paisaje y problemas urbanos, representación y percepción. Desde el año 2012 se vincula como profesor asociado del Departamento de Artes y Humanidades de la Facultad de Ciencias Humanas y Artes de la Universidad del Tolima. Vive y trabaja en Ibagué, Tolima, Colombia.