Ambientes distópicos: Enmudecer

No pasa un día, desde hace un mes, en que podamos dejar de presenciar la horror-ización de las imágenes. Las reproducciones alineadas y no alineadas nos muestran sin censura el desborde de locura y paroxismo en que nos encontramos. Una nota, una publicación, una transmisión, nos permite ver, sin asomo de sonrojo, la cruenta degradación de nuestros sentidos.

Todo obsceno, todo perverso. El escarnio es el mecanismo que tuerce nuestra comprensión. Nos quieren hacer comprender por la fuerza, quienes son esos “otros” que sí conocen con holgura la razón de las razones del porqué estamos así, del porqué no es necesario protestar, del porqué “yo no paro, yo dis-paro”. Son esos (para)yoes que buscan “solidariamente” (¿?) apoyar con “todas las formas de luchar”, esa mal-comprendida institucionalidad: sólo hay que cumplir con lo propuesto en la Constitución, la de 1991 – no la de 1886 – con sus enmiendas y desenmiendas, nada más. Pero, ya ni eso: los pesos y contrapesos diseñados también están desapareciendo, se están alienando con única voz: la voz de un partido, de un gobierno, de un desgobierno.

Y en este país que escogimos, es el país que no nos deja dormir y que nos despierta con susto sólo para ver – no puede ser otra palabra, tiene que ser sólo esta palabra – con horror cómo el Estado Opresor (ese macho violador) lleva con orgullo su agenda que cumple dictados para mostrarse, doctrinariamente, como un emancipador (conquistador) que “tiene el país en la cabeza”. Pero, esa emancipación es, no lo dudemos, la legitimación de la (para)dictadura.

No hay posibilidad de reacción ante las muertes, golpes, disparos; ante los argumentos vacuos que se institucionalizaron en ese “Protestódromo”, como lo describe Ricardo Silva, que es el Congreso. Estamos asistiendo “en vivo” y “en directo” – o en un “falso directo” – al comienzo de una oscura época.

Pero, eso ya lo sabíamos. Lo intuimos desde que se quiso “hacer trizas los acuerdos de paz”, desde que los movimientos se fueron alienando hacia el favoritismo amistoso, desde que se acrecentó la perdida de la confianza por lo público. Y, lo vemos ahora, cuando se amenaza a los que proponen otras visiones, a los que nos alertan de las consecuencias nefastas que están por venir, a los que sólo reclaman un trato digno de su dolor. ¿Nos zafaremos de esta intuición?

No habrá maneras ya de entrar en cordura. Nos impondremos como sobrevivencia, el silencio.

No ha cesado la horrible noche. Envueltos aún en terror, ¡el clamor sigue en las gargantas! #SOSColombia #ColombiaSOS #SOSColombiaDDHH

*Publicado originalmente En Uso de Nuestra Facultades el 3 JUN 2021

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Acerca de Oscarabajo

Oscar Ayala inicia su trabajo en las artes en la Dirección Cultural Artística de Santander – DICAS. En 1998 se traslada a la ciudad de Bogotá D.C. para continuar sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título de grado de Maestro en Artes Plásticas con la obra Transurbano. Para el año 2007 realiza un viaje a la ciudad de Curitiba, PR, Brasil que le permite proponer un proyecto para la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título con la tesis Alguien / Algún Lugar. Reflexiona sobre la relación entre técnica y arte; y sobre la experiencia de lugar en las ciudades contemporáneas mediante la experimentación con múltiples medios, que van desde el dibujo a la instalación. Realiza trabajos pictóricos / visuales con énfasis en el (medio) ambiente, paisaje y problemas urbanos, representación y percepción. Desde el año 2012 se vincula como profesor asociado del Departamento de Artes y Humanidades de la Facultad de Ciencias Humanas y Artes de la Universidad del Tolima. Vive y trabaja en Ibagué, Tolima, Colombia.