Muchas veces una sensación de ambigüedad me atraviesa ante situaciones que, perfectamente, pueden situarse dentro de los discursos que se reconfiguran para hacernos percibir de otra manera. Los humanos nos la pasamos yendo de un lado para otro con nuestros pensamientos, y estos a su vez, se van adecuando a las nuevas vicisitudes que se nos atraviesan con el correr de las épocas. Por ejemplo, hace unas décadas fumar era un hábito popularmente distinguido. Hoy, es proscrito atreverse a encender un cigarrillo en nuestra propia casa.
Hace unos años sentí ambigüedad cuando veía con asombro, que iba de lo estético a lo ético y de lo ético a lo estético, el documental Paisajes transformados (Manufactured Landscapes), en el que Jennifer Baichwal muestra el trabajo fotográfico de Edward Burtynsky sobre paisajes que son drásticamente modificados por las apuestas industriales del capitalismo.
Igualmente sentí ambigüedad cuando conocí la serie de fotografías Midway de Chris Jordan: no podía dejar de pensar en la belleza que se puede encontrar en la mezcla de materiales orgánicos e inorgánicos y en las huellas que deja la descomposición del cadáver de un ave, por un lado; y por el otro, en lo éticamente cuestionable que es el no saber que hacer con los productos –el tan usual y práctico plástico- que producimos a granel y que termina haciendo innumerables estragos a esta población de albatros en las islas Midway.
La semana pasada al enterarme, con el estupor que produce lo irreparable, del incendio que se produjo en el Museo Nacional de Brasil, volví a sentir una ambigüedad que navega por el territorio de la memoria y del recordar que somos seres condenados a desaparecer. En otras palabras, sentí una ambigüedad por lo estético y ético del infinito.
Produce tristeza ver que el esfuerzo museístico con el cual confiamos construir un relato más o menos ordenado de lo que seremos, somos y hemos sido, se convierta en un manojo de cenizas por la desidia de la mayoría de los gobiernos. También, produce escozor saber que, en algún momento de nuestra historia, todo lo que consciente o inconscientemente hemos dejado como humanos, vaya a desaparecer. (Bueno, sí, eso será en unos buenos miles de años, pero es algo que no podemos dejar de lado tan fácilmente; y más, cuando olvidamos tan rápido lo que pasa y cuando dejamos de ver las huellas que quedan detrás, como las del día de ayer).
Y aquí aparece para mí la bella contradicción: estamos atados a querer guardar cosas para preservar nuestra memoria, pero esa memoria, al final, va a desaparecer.
Un museo como el Museo Nacional de Brasil puede, con sus ruinas, convertirse en un museo a la desaparición de la memoria. Un museo que nos recuerde que, la cultura está hecha de materia simbólica, la cual –así intentemos torpemente guardarla y ponerla en un solo lugar- desaparece de nuestro presente, en este caso, por el voraz aliento del fuego.
La desaparición de la memoria no deja de tener para mí un encanto poético, ya que me recuerda que toda la historia que hemos dejado detrás, día a día, será arrasada por el olvido, justo en ese momento en que nadie recuerde lo que ha sido (como la segunda muerte de la que hablaban en la película Coco).
En momentos como estos, cuando se nos recuerda de qué está hecha la cultura, debemos saltar la historia, perder la memoria que nos domina y volver a construirla. Es un movimiento riesgoso, pero la historia y sus narradores siempre serán de aquellos que estén dispuestos a narrar. No hay mas que tomar los fragmentos que han quedado, y a partir de ellos, como lo haría Glauber Rocha alguna vez con su documental “Historia de Brasil”, montar nuevamente la fragilidad de la memoria que nos acompaña.
Quizás invoquemos cada tanto que es necesario recordar lo que hemos sido, erigiendo museos; pero también es necesario volver a pensar que todo lo que somos no será más, siendo cada vez más urgente concentrarnos en lo que se presenta en nuestro presente.
Por eso no deja de ser ambiguo y paradójicamente bello, el que de vez en cuanto, se nos pierda la memoria, para volver a encontrarla. Debemos pensar que en este ejercicio podremos al fin, saber que somos, saber de qué estamos hechos.
*Publicado originalmente en http://lapipa.co/ el 13 SEP 2018