¿Hay acaso algo más distópico que la incertidumbre? ¿No estamos llenos de incertidumbre y por eso pensamos que todo va mal y que estamos cada vez peor? Esto es algo que se podría pensar con más atención y ver, por ejemplo, que en la famosa y coloquial frase “todo tiempo pasado fue mejor” se esconde una absurda certeza que nos hace querer añorar la conservación de lo que suponemos fue estable y funcional. Sería más sano pensar, para evitar malentendidos y disgustos, que ese tiempo pasado siempre ha necesitado un cambio y que tal vez, los que estuvieron antes la pasaron peor de lo que estamos ahora.
Hay mucha incertidumbre con el alud de noticias que caen como piedras por todo el planeta, que nos hacen predecir que muchas de las conquistas que hemos ido sumado con estos años de “mejoramiento continuo” (¿sí hemos mejorado en algo?), pueden sucumbir por la repetición de lo macabro y lo falaz.
Noticias como la que se podría asomar al sur oriente de este continente, donde se puede repetir la más tóxica derecha en la administración de un país, esa derecha que gusta de poner en campos de concentración todo lo que no corrobore su ideal de orden “natural”; o esas noticias que se acumulan en este país “en marcha”, que ponen mantos y mantos de duda sobre la continuación de esta apuesta por la paz que ni siquiera se ha podido empezar a armar: la eterna y lucrativa guerra con la que algunos pocos quieren seguir dirigiendo las certezas de este país. Rob Riemen, en su libro Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo dirá, con cierto pesimismo, que el “bacilo de las ideas fascistas, que se instalaron una vez en Europa, permanecerá virulento en el cuerpo de la democracia de masas”.
¿Estaremos viendo asomar otra vez la llegada del fascismo? ¿Estaremos enfrentado nuevamente la perdida de las pequeñas estabilidades con las que ahora hacemos nuestras vidas?
Ya no puedo tener la certeza, sólo puedo tener incertidumbre, pues es ella la que nos permitirá ver los vectores de acción para comprobar si lo que ya hemos vivido volverá; o nos dará la opción de ver que sí hay maneras de contener este hilo recurrente de la historia, y que ese pasado que fue peor nos puede ayudar a enderezar ese camino que puede ser mejor.
Es ingenuo pensar que todo lo que se ha hecho antes, es la culminación de una continua e infinita línea de “mejoramiento” en el aprovisionamiento de nuestro estar humano en el mundo. Pero también es ingenuo pensar que nuestra agencia no es lo suficientemente fuerte para alejar cualquier halo de determinismo, ya sea este económico, cultural o social.
La incertidumbre nos lleva a pasar del pesimismo al optimismo, pues en momentos de indeterminación, en esas “zonas grises” donde aún no se ha terminado de estabilizar una nueva pero recurrente idea, es cuando nuestra agencia debe tomar el liderazgo y así mostrar las posibles opciones que se dejan de lado, que estamos haciendo a un lado, para convertirlas en certezas.
Si tomamos la utopía para partir, puede ser oportuno ponernos “en marcha” y seguir esa bonita idea que al parecer se está volviendo costumbre, otra vez, de marchar cada ocho días por la educación pública de todos y para todos, para movilizar también las certezas de la democracia a ver si dejamos de totalizar el gobierno o para movilizar y estabilizar en nuestra belicosa alma las certezas de la paz: sólo se puede combatir la pesadez la incertidumbre con la agencia de nuestras ideas, con el querer que “todo tiempo futuro sea mejor”.
*Publicado originalmente en http://lapipa.co/ el 18 OCT 2018