Ambientes distópicos: ¿De qué vamos?

Se siente escorzor cuando la rutina de la que se componen los -ordinarios- días, se ve rota por una universidad que abandona paulatinamente los salones de clases, y se desespera en las diferentes asambleas y reuniones, que algunos representantes intentan convocar, por ver si logran conmover, un poco, a esa mayoría siempre reticente a vincularse a cualquier movimiento, reticente quizás, a comprender realidades.

En las últimas semanas la universidad en la que trabajo pareciera que ya estuviera de vacaciones. Desde que se declaró la asamblea permanente con cese de actividades académicas, se ha ido sintiendo una inexplicable inmovilidad, que ya empieza a inquietar a casí toda la comunidad de esta universidad pública, que como la mayoría de ellas y en la educación pública en general, va camino a su extinción por la desidia de las administraciones de este país.

No es la primera vez que me enfrento a una situación similar. Ya desde mis primeros años como estudiante universitario, los paros, ceses de actividades y la anormalidad académica, se juntaban cada cierto tiempo para hacer parte de ese particular ambiente que se da en las universidades públicas: en ese momento como estudiante, en este momento como profesor.

De las declaraciones a cese de actividades académicas suelo perder la esperanza pronto, puesto que lo que inicialmente se demanda, recoge después demandas tan disímiles unas de otras, que desdibujan las líneas primordiales por las que se había llamado a la protesta. También, pierdo la esperanza cuando la anormalidad académica se vuelve sinómino de “vacaciones”, y pareciera que esta vez, no es la excepción.

Es que llegar a un salón de clases y que esté vacío produce mucha desesperanza. Se espera en un salón de clases para discutir, para pensar, para conocer; y como ahora nos exije este particular momento, el salón de clases nos espera para discutir, conocer y pesar las posibilidades de la educación pública, de una universidad con los recursos suficientes y necesarios para su funcionamiento este año y los próximos. Pero, si los que ahora estamos para activar estas discusiones no nos encontramos, será muy difícil poder articular mínimamente un consenso que permita redistribuir nuestros recursos para un bien común, para el bien público.

Se está olvidando (o ya lo olvidamos) que parte importante de nuestro deber como estudiantes y profesores es estár siempre presentes para el diálogo. Y esto debería ser un gran imperativo, máxime que es por nuestros impuestos que la educación pública está en funcionamiento. Si un profesor o un estudiante no está para el diálogo y la comprensión, se socava un poco más nuestra automonía con la cual se fortalece un país.

Tampoco debemos olvidar que antes que estudiantes y profesores somos ciudadanos, y como ciudadanos siempre deberíamos estar a la defensa del financiamiento de la educación y de lo público. No podemos simplemente entrar en “vacaciones” y olvidar el por qué estamos estudiando, el por qué estamos en un salón de clases, el por qué estamos en una universidad.

Pensé sobre esto en un momento muy similar de protesta al actual, cuando era profesor de hora cátedra -esa funesta figura de contratación que pulula en los ambientes universitarios- y escribía un breve texto que titulé En el salón (des)espero. Espero esta vez no desesperarme tanto mientras espero. Espero no preguntarle a un vacío salón de clases: ¿de qué vamos?

*Publicado originalmente en http://lapipa.co/ el 08 NOV 2018

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Acerca de Oscarabajo

Oscar Ayala inicia su trabajo en las artes en la Dirección Cultural Artística de Santander – DICAS. En 1998 se traslada a la ciudad de Bogotá D.C. para continuar sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título de grado de Maestro en Artes Plásticas con la obra Transurbano. Para el año 2007 realiza un viaje a la ciudad de Curitiba, PR, Brasil que le permite proponer un proyecto para la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia, dónde obtiene el título con la tesis Alguien / Algún Lugar. Reflexiona sobre la relación entre técnica y arte; y sobre la experiencia de lugar en las ciudades contemporáneas mediante la experimentación con múltiples medios, que van desde el dibujo a la instalación. Realiza trabajos pictóricos / visuales con énfasis en el (medio) ambiente, paisaje y problemas urbanos, representación y percepción. Desde el año 2012 se vincula como profesor asociado del Departamento de Artes y Humanidades de la Facultad de Ciencias Humanas y Artes de la Universidad del Tolima. Vive y trabaja en Ibagué, Tolima, Colombia.