Estado: Desahuciado

Estado: Desahuciado
Terminé el semestre y mi estado físico y emocional no soportaba más. Insomnio, problemas digestivos, “palpitaciones” me acompañaron durante los últimos meses del año. Entre el trabajo y las clases, se descompuso la estabilidad que había disfrutado años anteriores. La única posibilidad más sensata, era abandonar todo tipo de “preocupaciones” que me generaran algún tipo de desorden emocional. Eso hice. El tiempo de receso de actividades laborales y académicas, lo he usado en no pensar, en no hacer nada. Bueno, eso siempre es un decir. Siempre se hace algo. Reparar la estabilidad física tratando de tener un buen dormir, buscando el equilibrio en las comidas, despejar la mente distrayendo el cerebro bajo las ondas del televisor (películas y series varias con documentales de Discovery y NatGeo), leer novelas atrasadas y algunas nuevas, hablar con viejos amigos, recibir la visita de otros, hacer unos viajes cortos, fueron principalmente las actividades que realice durante casi un y dos meses de receso de actividades laborales y académicas, respectivamente. De vez en cuando había un poco de espacio, y aparecían las imágenes de lo que se había hecho dentro de las clases, de lo que había pensado del proyecto, y trataba de retenerlas, para que no se fueran por los pasos tranquilos de las vacaciones.

¿Y el proyecto qué?
Buena pregunta. De las ideas iniciales que propuse, ha habido un ligero giro. Del paisaje al viaje, del viaje al desplazamiento, del desplazamiento a ejercicios de medición. Eso sería un resumen de lo que paso con el proyecto. Pero he de reconocer que soy un poco terco. No he abandonado la ideílla que rodó en la construcción del proyecto que presenté cuando inicié actividades académicas en la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia. Creo que esa terquedad pudo ser un poco lo que no me permitió avanzar en lo que podría ser un desarrollo “normal” del proyecto. Eso, sumado a lo sumamente dificultoso del hecho de realizar dos actividades absorbentes al mismo tiempo, estudio y trabajo, y en otro sentido, a un sentimiento de desencuentro “forzoso” con algunas de la propuestas pedagógicas que se presentaron durante el semestre. Pero no vendría a mal hacer un somero recuento de lo que ha sido el proyecto, de lo que se ha hecho con “eso” que se llama “proyecto”, que según se supone, al finalizar este semestre debe estar lo suficientemente ajustado para poder realizarlo durante el siguiente año de clases.

¿Por qué paisaje? Solamente porque estuve de viaje unos meses fuera, en otro país que no era el mío. Por eso, y porque siempre me he preguntado por las ciudades y lo que pasa en ellas. Al estar fuera de lo que siempre ha sido mi entorno normal, me hallé pensando en las sutiles diferencias que se encuentran en las ciudades, y al pensar en estas sutiles diferencias, terminé pensando en los elementos que construyen nuestra realidad visible. Se puede describir como lo que se vé. Estas palabras las tomé del libro de Javier Maderuelo El Paisaje: Génesis de un concepto. Maderuelo describe el paisaje de esta manera, al argumentar, que en algún momento de la historia de la construcción del termino paisaje, se hacía referencia a esta situación (el problema del paisaje) como eso que esta a lo lejos, a eso que se ve desde un punto. Mi interés inicial era pues, hacer una revisión sobre el término, sobre lo que ha dicho del paisaje, y proponer así, una aproximación plástica.

Los primeros acercamientos que hice (después de la recomedación a abandonar la referencias explicitas a término paisaje por ser considerado demasido extenso y totalizador) siguiendo el interés inicial, fue tomar fotos desde mi punto de vista de los lugares que rodean mi entorno cotidiano, mi habitación, mi casa, la calle al frente de casa.

Propuse después varios ejercicios realizados en video, en donde movía un elemento (en esta caso una silla), primero aleatóriamente y después de un extremo a otro, sugiriendo una línea de horizonte. Pensaba en el movimiento, en el tiempo del movimiento. (En algunas conversaciones con los profesores que acompañan nuestra experiencia, había presentado la película Manufactured Landscapes de la documentalista Jennifer Baichwal, – que recoge el trabajo del fotógrafo canadiense Edward Burtynsky en lo que él denomina paisajes fabricados: fábricas en China, depósitos de reciclaje de basura tecnológica, lugares de reciclaje de buques abandonados, etc,- en donde su primera secuencia era un movimiento de cámara de izquierda a derecha que mostraba el interior de una fábrica. Al ser preguntado sobre mi interés en la película, respondí que encontraba interesante como a través del movimiento de la cámara se mostraba todo los sucesos arquitectónicos, humanos, físicos de un lugar. Creo que ahí inicie con esos ejercicios).

El siguiente ejercicio, fue otro video en donde trataba de saturar la línea de horizonte por medio de unas botellas. Con estas videos pensaba en liar ideas abstractas de mi visión de las ciudades con la dimensión del paisaje que estaba buscando-pensando.

En este punto hubo un primer “receso” dentro del desarrollo del trabajo. De alguna forma desconocida me hallaba perdido y no sabía muy bien como se estaban dando las cosas. No hallaba relación alguna con lo que inicialmente pensaba que debía ser el proceso del trabajo y el giro que se estaba presentando en las clases. Agarré una idea vaga sobre lo que se buscaba: Desestructurar la idea de proyecto que se tenía y, buscar una relación de esa idea de proyecto con algo que se relacione con las vivencias individuales, personales. Entonces, me centré en el viaje, ya que había sido el motivador del pensamiento sobre el paisaje. Pensé que retomando y recordando lo que había pasado en ese viaje, podría continuar con la búsqueda de ideas para el trabajo.

Pero no lo trabajé directamente. Dentro de los tiempos de ocio, de pensamiento, terminé dándole un giro al concepto de viaje, pensando el viaje como un desplazamiento, que ocurre en cualquier momento y lugar, que pude ser conocido o desconocido, que puede ser cotidiano o no. En conversaciones varias hablé sobre el hábito y sobre la rutina. De esas dos palabras, hábito como aquello que se repite y que puede ser beneficioso – lavarse los dientes, leer un poco antes de dormir –, rutina como aquello que se repite para buscar un fin – rutina diaria de ejercicios –, configuré este cambio en el punto de acción, y me propuse realizar ejercicios que estuvieran relacionados con estas dos palabras. Hábito: Trabajar. Rutina: Caminar. Busqué entonces hacer un recorrido en donde se registrara los lugares que frecuento, lugares de trabajo, de comercio, de habitación.

Se presentó otro receso unas semanas después. En las clases se propuso presentar la forma de trabajo de artistas que se relacionaran con el proyecto de cada uno. Inicialmente trabajé a Robert Smitson y su obra Monumentos de Passaic. Después trabajé a Francis Alÿs y me detuve en sus trabajos Cuando la fe mueve montañas 2002, El colector 1992, El colector (Oxaca) 1996, Zapatos magnéticos 1994, Narcoturismo 1996, Barandales 2004. Pensaba del trabajo de Alÿs, que los recorridos que hace por la ciudad, siempre están acompañados de alguna reflexión sobre el entorno. En el trabajo Barandales, por ejemplo, después de caminar por Londres, notá que en algunos barrios hay rejas que se encuentran en la entrada de las casas, y que cuando se camina tocando estas rejas con un palo, se produce un sonido que está marcado por la arquitectura. En palabras de Alÿs: reja, columna, reja, reja, columna. Al pensar en lo que estaba haciendo con mi trabajo, encontré que no había una relación o alguna reflexión que me ayudara a guiar la realización de los ejercicios. No había una conexión con lo que pasaba afuera, lo que pasaba en mis recorridos, en los recorridos que después propuse. Aún pienso, que no he encontrado un punto que me sirva de referencia para la configuración de nuevos ejercicios.

Los otros ejercicios realizados, los últimos, se circunscriben a una simple medición de dos magnitudes físicas: la longitud y el tiempo. La magnitud longitud fue registrada por medio de fotografías de un recorrido en donde se medía la distancia por medio de un odómetro. Para la magnitud tiempo, el registro fue mediante video, en donde se contaba la duración del recorrido con el tiempo de duración de la grabación. Quizás buscando saber que distancia y cuanto tiempo dura el recorrido, fue que hice esos ejercicios. Traté de buscar algún elemento que me permitiera construir una idea sobre lo que significa para mí el caminar, el estar en las ciudades, el conocer un territorio, el que la rutina me manifieste un descriptor para la creación.

Creo que son importantes estos tránsitos, por cada uno de los ejercicios, afortunados y desafortunados, para dominar las posibilidades que se pueden tener en un proceso creativo. [En algunas conversaciones: Cuando relaté los pormenores de la realización de estos ejercicios, y con algunas palabras que me dijo mi interlocutor, me dí cuenta que en el fondo no me interesa hacer ejercicios de agrimensura. No quiero dimensionar con mi cuerpo (esa sería una propuesta) algún recorrido. Quizá me interesaba sólo pensar y tratar de asir mi territorio, como un primer paso para poder pensar en lo que pasa con el paisaje].

Ahora que escribo esto, ahora que estoy recopilando lo hecho, creo que no hay buenas intuiciones en lo que he presentado. Podría pensar en que momento se perdió el rumbo. Podría tratar de encontrar en punto de quiebre, pero no son muchas las herramientas que me permitan concretar ese punto. ¿En que momento la creación se desdibuja y se pierde en el infinito de las conjeturas? ¿Qué fue lo desafortunado? En algún momento pensé que la insistencia de buscar un “acontecimiento personal vivificador” que guíe e hinché el proceso de creación, me creo traumatismos que impidieron un proceso afortunado en la creación y presentación de ejercicios. No creo seguir esa forma de trabajo en mi proceso de creación; y mi terquedad me impide dejar de seguir el derrotero trazado cuando decidí proponer una trabajo de creación ligado con el paisaje. No lo entiendo, no me entiendo, no los entiendo. También me dí cuenta que soy como un investigador mañoso que tratá de corroborar con todo su trabajo, las ideas que desde un comienzo tiene sobre lo que va a hacer.1

Hay otro ejercicio que se encuentra un poco fuera de esta narración, aunque surgió del pensar en los recorridos, en el viaje. Encontré unas fotos que había realizado hace unos buenos años, en las que registraba un recorrido por algunos sitios de “turismo” en Bogotá. Actualicé las fotos. Volví a los lugares en los que me había sacados las fotos, y trate de reconstruirlas. Al cabo de un tiempo hice un video, pensando que era lo que me interesaba de las ciudades, y pensando en eso, recordé unas palabras que pronuncie justo antes de cambiar radicalmente el lugar de habitación, justo antes de venir a vivir en Bogotá. Las palabras se referían a algo que me gustaba de esa nueva ciudad: El aislamiento, la sensación de desconocimiento, de no ser reconocido, individualidad, de invisibilidad. El video, lo llamé Aparecer / Desaparecer. El personaje de las fotos se va perdiendo dentro de los espacios de la ciudad y estos van apareciendo.

Estado: Desahuciado
Ahora, que se viene de nuevo la temporada de estudios, el asunto urgente es proponer una línea de trabajo para retomar lo que se hizo en la temporada pasada y afrontar la nueva. Pero, de hecho, estoy en el punto de casi no retorno, y es que no puedo solucionar la parálisis. Puede ser que el punto de inicio sea la parálisis, iniciar como si casi fuera de cero (¡Ja!) y pensar únicamente en la creación, en el ejercicio formal que puede ayudar en el pensamiento y la configuración de un a propuesta de creación2. No todo esta perdido. Pienso en que hay que insistir, insistir en las ideas y en las búsquedas personales. Sólo concentrarme en el hacer.

1 Nunca tiene punto de quiebre. Y no es sólo este discente. Es un fenómeno que se replica en varios estamentos, personas e instituciones.
2 Idea un poco agresiva y atrevida. No creo que le funcioné a este discente. Hay que ser muy consciente de las palabras y del contexto en que se dicen.