Mucho por recorrer y poco tiempo. Salimos como a las 11 y 30, rumbo al Jardín Botánico. En el Terminal de Campinas do Siqueira, tomamos el biarticulado, el vermelhinho, sentido Centenario, que nos dejo a unos poco metros de la entrada. El Museo Botánico estaba cerrado. Fuimos al invernadero, estufa. Frente al invernadero, se encuentra un maravilloso jardín, muy al estilo francés, que tiene una escultura en honor a la maternidad, eternamente mojada por unos chorros de agua que no dejan ver bien la escultura. G quería ver una exposición de un escultor, del cual no recuerdo el nombre, pero no pudimos entrar: El lunes no hay servicio. Estuvimos como una hora, bajo un sol muy fuerte, caminando y tomando fotos. En la cafetería del jardín, nos tomamos algo y pensamos que hacer. Al final terminamos yendo al centro para conocer la parte histórica. Volvimos al tubo a coger el vermelhinho. Nos bajamos en la estación de la plaza Osorio, y buscamos un restaurante donde almorzar. Como el día anterior habiamos almorzamos en un Mercadorama, pensamos que el Mercadorama de la plaza Osorio tambien habian almuerzos, pero no. Este es muy pequeño. Saliendo del Mercadorama encontramos un restaurante que quedaba en un segundo piso, Spich, creo, que tenia buffet por kilo a R$ 3,49. Por el precio, entramos y almorzamos. (Ya estoy acostumbrándome mas a este sistema de servir las comidas). Al terminar de almorzar, salimos hacia el Largo da Ordem, la parte mas antigua de Curitiba. Para llegar nos fuimos por la rua XV de Novembro hasta la plaza Tiradentes. En el camino, a G le dio por entrar a una Casa China y por poco casi compra unos cuadernos que necesita para sus clases en la USP. No le gusto que las hojas queden expuestas, porque las tapas cubren bien las puntas cuando el cuaderno esta cerrado. Ya en el Largo da Ordem, no pudimos entrar a la Casa Romario Martins, pues también estaba cerrada. (La Iglesia que queda en el Largo da Ordem, también estaba cerrada). Entramos a las tiendas de libros usados. (Hay como unas cuatro en ese sector). En una de esas encontré el libro que estaba buscando, Zero, de Ignacio de Loyola Brandão. R$ 10. Siendo casi las 3 y 30, decidimos pasar por el Museo Paranaense, pero antes descansamos un poco frente a una fuente de agua que tiene un caballo que vomita agua (esto lo dijo G. Yo ya había visto la fuente, pero no pensé que la cabeza de caballo atravesada por una pared estuviera vomitando agua eternamente). Al museo tampoco pudimos entrar. No hay servicio los lunes. Pues nada. Por si acaso pasamos a ver si otra exposición estaba abierta. No. También estaba cerrada. Ahora si ni modo. De vuelta a la plaza Osório, entramos a una sede de las Livrarias Curitiba. Duramos un montón de tiempo viendo libros. Con hambrecita buscamos donde comer algo, y entramos a un confeiteira y nos comimos un bolo muy delicioso acompañado de mucho café. Era tarde, por lo que nos fuimos al Carrefour que queda cerca de la casa a comprar leche para hacer chocolate (G tenia antojo de chocolate. Desde que esta en B, no había vuelto a tomar chocolate, y por acá no se consigue las pastillas para hacer). Con la caja de leche, de vuelta en casa, hicimos chocolate y lo acompañamos con pan. Esa noche hablamos con M harto rato.