Esta es una cita especial, pues es una dedicatoria que escribe Salvoj Žižek en su libro “En defensa de las causas perdidas”. Es quizá, una de las mejores dedicatorias que he leído, descontando tal vez, la que escribe Andres Caicedo en su libro “Que viva la música”. La dedicatoria dice:
“En cierta ocasión, Alain Badiou estaba sentado entre el público de una de mis conferencias, cuando su teléfono móvil (que, para colmo, era el mío: se lo había prestado) de pronto empezó a sonar. En lugar de apagarlo, me interrumpió amablemente y me preguntó si podía bajar la voz, para poder oír mejor a su interlocutor… Si eso no es una demostración de verdadera amistad, no sé que puede serlo. Así, pues, este libro está dedicado a Alain Badiou”.